El próximo domingo 13 de agosto es el Día de las Vocaciones Ministeriales.
Para el realce de esta ocasión, pedimos que en nuestros templos se predique del llamado del Señor y se ore por aquellos que manifiestan inquietudes. Asimismo, pedimos que, con aquellos que soliciten orientación, como iglesias locales puedan dar la atención y conducción orientativa al futuro de ellos, posiblemente muchos de ellos son niños y jóvenes. ¡Dios sigue llamando a sus ministros!
Les invito a reflexionar en este tiempo. La vocación cristiana es un llamado de Dios o de la Iglesia que anhela servidores. La vocación cristiana es el llamado de Dios, algo que se armoniza con Su imagen reflejada en nosotros y el rol al cual nos ha designado. El llamado de cada persona es diferente al de los demás. Dios sigue llamando a sus seguidores a cumplir Su misión. Al tener una vocación ministerial, es una comprensión del llamado de seguir a Cristo, ya que Él y el Espíritu Santo, nos guía en este camino. Por tanto, podríamos decir que la vocación es un movimiento de vivir en la gloria de Dios y para la gloria de Dios. Dios alcanza a las personas dondequiera que estén y las llama al discipulado. Uno puede servir a Dios en cualquiera de ellos. Lo que importa, no es el tipo de trabajo que hacemos, sino el que hagamos nuestro trabajo como discípulos fieles.
Dios llama y nosotros respondemos sirviendo a Dios donde Él nos ha puesto, ya sea como estudiante o maestro, madre o artista, pastor o plomero. En ese sentido, nuestra tarea no es encontrar una vocación “cristiana”, sino escuchar la llamada de Cristo y así moldear nuestro trabajo en una vocación ministerial y de servicio. Tengamos en cuenta que, así como Dios nos ha llamado a usar nuestras energías para transformar el mundo, Él también promete brindarnos dones y oportunidades, y nos equipará para la obra, por medio de Su Espíritu. La vocación humana es permanecer en Dios y hacer que Él permanezca en nosotros.