A Calama llegamos un miércoles, alrededor de las cinco de la tarde, un grupo de 13 jóvenes de diferentes iglesias de los distritos Araucanía, Valle Central y Metropolitano. Todos con harta expectativa de lo que podía pasar durante esos días y con mucho nerviosismo también. Recordar la experiencia desde lo personal, pero con la distancia de las semanas que han pasado, aclara aún más la realidad de ese tiempo de bendición y aprendizaje. Disfrutamos de buenos momentos, de conocernos y compartir como hermanos de fe, de formar lindos lazos de amistad, pero, sobre todo de escuchar lo que el Señor tenía que decir y hacer.
El plan era trabajar con niños de la comunidad y para esto se organizó, con ayuda del Departamento de Educación Cristiana, una escuelita bíblica de tres días preparada para que los pequeños pudieran tener un acercamiento a Cristo, que conocieran de forma entretenida conceptos que los ayuden a descubrir, creer y confiar en Él. Ahora cada uno guarda un lugar especial en nuestras oraciones y en nuestro corazón. Pedimos por ellos antes de conocerlos, y el Señor preparó cuidadosamente cada detalle hasta ver sus caritas el primer día de esta actividad misionera en el norte del país.
Al llegar fuimos recibidos con mucho amor por parte de la Congregación, Dios mostró su amor a nuestras vidas a través de nuestras hermanas y hermanos de Calama. La necesidad de que sus vecinos y la ciudad en general conozcan a Jesús es mucha, y ellos no se han rendido. El remanente que el Señor guarda en aquel lugar se ha mantenido firme, a pesar de todo, con corazones atentos y dispuestos a trabajar de la forma en que Dios lo permita y lo defina.
Fue hermoso poder compartir con los hermanos de Calama, orar con ellos, compartir la mesa. Guardamos con nosotros sus abrazos y palabras con la esperanza de verlos nuevamente. Él Señor les guarde y proteja, sobre todo, los anime cada día y reconforte su espíritu. Agradecemos a nuestro Padre por este lugar y por las nuevas personas y familias que han de oír su mensaje, pedimos que el Señor sea revelado a sus vidas, que puedan acercarse a Dios y unirse a esta otra gran familia espiritual que les espera con los brazos abiertos.
La misión
Todas las actividades que se realizaron en terreno, desde salir a entregar invitaciones casa por casa, hasta el momento en que nos parábamos frente a ellos en aquella plazoleta a dos cuadras de la Iglesia, sin duda alguna, fueron guiadas por Dios. Pudimos ver obrar al Señor ahí, y aunque tal vez no entendamos por completo la situación que actualmente vive esta zona, u otros lugares del país, confiamos que es el Señor quien tiene control de todo, y que solo con ser invitados para ser parte de esto, ya somos infinitamente bendecidos.
Me gusta pensar que el Señor de alguna forma les recuerda a diario a esos pequeños y a sus familias lo que aprendieron en esas jornadas de bailes y juegos. Que recuerdan con cariño las clases con esos personajes salidos directamente de la Biblia, pero que tenían la característica especial del y la joven que se había preparado para ir y llevarles la buena noticia específicamente a ellos. También tengo fe, y creo que hablo por cada uno de quienes fueron parte de esta aventura, que a su tiempo el Señor mostrará los frutos en la vida de estos niños y sus familias, porque como dice la Biblia, su palabra no volverá vacía.
Nos alegramos de igual forma por la posibilidad de poder compartir diferentes devocionales cada día, no solo convivimos en un mismo lugar, también escuchamos palabra del Señor, quien habló fuertemente a nuestras vidas durante esa semana. Pudimos comprobar que no hay nada más efectivo que alejarse de las rutinas diarias para entender de manera más clara lo que desea Dios que aprendamos. Las cosas van tomando un sentido especial porque estamos más predispuestos a escuchar y ser moldeados. Y de a poco comprendes, de diferentes formas incluso, la perfección de los tiempos del Padre para que su voluntad se cumpla.
El domingo tuvimos la oportunidad de realizar un culto junto a los hermanos de Calama para los niños y sus familias que habían participado de las actividades al aire libre. Se les entregaron premios por su participación y quedaron comprometidos a seguir asistiendo a la Iglesia.
En (mi) Judea y hasta lo último de la tierra
La última noche que pasamos juntos como equipo antes de regresar a nuestros hogares, Marcela Cárcamo nos guio en un devocional que nos invitaba a reflexionar en torno a Hechos 1:8. Para muchos de esos corazones jóvenes, este fue el primer acercamiento a las misiones; una puerta que el Señor abrió por un motivo: hacernos parte de su obra, de SU MISIÓN. Sin embargo, esa tarde nuestro Padre aún tenía un mensaje más por entregar a nuestras vidas, o más bien, una pregunta, ¿estamos siendo discípulos también en nuestra tierra?
Muchas veces puede resultar más difícil ser misioneros en nuestras ciudades, de hecho, no puedo evitar pensar en la famosa frase “nadie es profeta en su propia tierra”, algo parecido sin duda. Si profundizamos un poco más en nuestras propias vidas, tal vez si es cierto que nos podemos llegar a sentir más emocionados al pensar en Samaria o en lo último de la tierra, ese terreno lejano pero que incluso parece ser más fértil. Ese texto, ese mensaje en aquel devocional me ha hecho reflexionar todo este tiempo en qué estoy haciendo por mi Judea, mi ciudad, mis amigos, mis vecinos. ¿Estoy siendo misionera también ahí, en mi comuna?
El Señor nos llamó a las naciones, es cierto, pero partiendo por dónde venimos y, como de alguna forma decía Marcela en un momento del devocional, en mi ciudad, en mi trabajo también necesitan que yo les ayude, también necesitan que yo les hable de Jesús. ¿Se presentarán más viajes misioneros? Esperamos que sí. ¿iremos? Idealmente, porque el corazón de muchos en ese grupo que fue a Calama, o que ya han participado de viajes anteriores, el llamado está, pero no olvidemos nuestras ciudades, porque efectivamente podemos ser misioneros todo el tiempo, independiente del lugar donde estemos.