A través del ministerio de SEMEJANTES, la iglesia tiene el privilegio de articular la sana doctrina, de ayudar a los necesitados con acciones concretas. Es una oportunidad de pasar de la enseñanza a la práctica, del discurso a la acción o dicho de una forma más bíblica, de la fe a las obras. Ya lo reafirmaba el anciano Juan en una de sus cartas “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”.

La iglesia está llamada a amar. Amar al necesitado, al desvalido, al marginado, sin distinción ni condición alguna, por lo cual esta es una inmensa oportunidad que tenemos para volver al centro de lo que Dios quiere y de esa manera ser una iglesia inclusiva, que los acoja a todos.